El Plan Estratégico de Reforma y Apertura de 1978 y su impacto en la economía china
Por Emilio Katz
La teoría marxista sugiere que el tránsito hacia una sociedad socialista debería implementarse en un país altamente desarrollado, como forma de acortar un proceso complejo que atienda al despliegue de las fuerzas productivas frente a un cerco de potencias capitalistas que tratarían de trabar la posibilidad de alcanzar su objetivo. Las experiencias de las revoluciones triunfantes durante el siglo XX en países en vías de desarrollo, verifican lo acertado de esa opinión.
A partir de este comentario, cabría detenerse en el proceso de crecimiento acelerado de las fuerzas productivas que se está desarrollando en China bajo la dirección del Partido Comunista, que a lo largo de su historia revolucionaria transitó por diversas y complejas experiencias no siempre exitosas y que le aportaron elementos importantes para conducir a su país por un camino inédito que desemboque en el socialismo. Ya en 1978, Deng Xiaoping expresó metafóricamente la necesidad imperiosa de una reforma y apertura del sistema imperante hasta 1978: “Hay que abrir las ventanas para que entre aire fresco, corriendo el riesgo que entren también las moscas, de lo contrario moriremos encerrados”.
Las reformas se fueron implementando conforme a criterios de gradualismo y experimentación, utilizando el método de prueba y error, con la mira orientada a la superación de las trabas dogmáticas que frenaran el fuerte espíritu modernizador. Hasta allí, China era una economía poco desarrollada pero igualitaria: su PBI per cápita era de us$ 182, el 11% del promedio de América Latina y el Caribe. Más del 75% de sus exportaciones eran productos primarios. Desde entonces y durante 35 años, creció al 9,7% anual, lo que equivale a decir que duplicó el tamaño de su economía cada ocho años. Los salarios industriales se incrementaron, desde el 2000 hasta 2012, a un promedio anual del 11,9%, lo que explica un importante ascenso en la calidad de vida de los trabajadores de ese sector. Y al mismo tiempo, un significativo avance en la potencia y calidad del mercado interno, como factor de demanda, por la magnitud de su población -que hoy ronda los 1400 millones de habitantes- con creciente poder adquisitivo.
Reformas Internas
El período de la economía planificada, centralmente, se extendió desde 1952 a 1978. En ese lapso se registraron altas tasas de crecimiento en la producción de bienes materiales. Sin embargo, el centro estuvo puesto en el plano cuantitativo de las metas planificadas, descuidando el proceso de su instrumentación justo donde los objetivos se apartaban de la realidad concreta. 1
La transformación de la economía china desde el paso de la planificación centralizada a un régimen donde el mercado tuviese mayor injerencia y participación estuvo orientada a la descentralización política de la gestión. En los 70’, el sector estatal predominó en la gestión y, quince años después, había crecido la autonomía de las empresas en la toma de decisiones, en el marco de la planificación de la producción, la inversión, la compra de tecnología, la comercialización, fijación de precios y gestión de recursos humanos. Asimismo, se incrementó la autonomía de los gobiernos locales en materia financiera, presupuestaria y administrativa. Esos cambios no fueron lineales, no resultó fácil descentralizar y simultáneamente gestionar esa mayor autonomía.
La elaboración y gestión del plan local y regional se difundió gradualmente a nivel nacional y constituyó uno de los principales logros de la “Reforma”. De igual modo, se derivó esas funciones a las empresas de los municipios de pueblos más pequeños y, en los 80’ y 90’, se actuó en forma similar, con las empresas de propiedad privada.
El surgimiento de empresas de pueblos y aldeas (EPA) facilitó el despliegue de creatividad y responsabilidad gestionaria y, en poco tiempo, fueron superando los índices de las empresas privadas nacionales y estatales. La protoindustrializacion (relación de producción entre comerciantes de la ciudad y trabajadores rurales: los citados en primer lugar, entregaban medios de producción y materia primas a los campesinos para elaborar productos a cambio de un pago, por unidad, que permitía a los trabajadores sumar esos ingresos a los provenientes de las tareas rurales). En diez años, 1978-1988, este sector creció doce veces, de 1.500.000 a 18.900.000 en unidades familiares, y el empleo se elevó de 28 a 95 millones de puestos; la masa salarial se multiplicó por doce. Los trabajadores de esas empresas aumentaron su participación en el empleo rural del 9 al 23 por ciento.
El “Sistema rural de responsabilidad familiar” implementó contratos de arrendamiento por períodos que iban de 15 a 30 años, autorizó a los arrendatarios a comercializar una porción excedente de lo producido con precios no administrados y les permitía decidir respecto a los tipos de cultivo a desarrollar. El conjunto de estas medidas influyó en el aumento en los niveles de ocupación y de ingresos de los campesinos.
La descentralización generó relaciones novedosas entre el entramado productivo y las instituciones del Estado. Se sumaron nuevos inversores privados, atraídos por los índices de rentabilidad, lo cual influyó positivamente en el aumento de la riqueza generada.
Entre 1995 y 2005, 100 mil firmas fueron privatizadas en China, junto a otros activos estatales. En 1995, se constató que la mayoría de las empresas estatales perdían dinero y el valor patrimonial era nulo o negativo. La intención del programa de privatizaciones fue cambiar la estructura de propiedad y los incentivos de gestión para aumentar la rentabilidad.
CANTIDAD DE EMPRESAS REGISTRADAS EN CHINA
AÑO TOTAL DE EMPRESAS PRIVADAS % ESTATALES% EXTRANJERAS%
1995 4.598.604 71 24 5
2000 5.878.706 76 19 5
2005 7.980.991 85 10 5
2010 11.150.201 90 5 5
2014 18.178.921 94 3 3
Las empresas estatales, en su gran mayoría, se fueron concentrando en industrias ascendentes o estratégicamente importantes y de tamaño relativamente grande. El sector privado continuó creciendo en base a su rentabilidad y a la presión por la demanda insatisfecha de bienes de consumo final.
El 50 por ciento de las ventas de bienes de consumo era atendido por las empresas privadas. La Banca o las comunicaciones no recibieron inversiones privadas durante 20 años. En 1993, se implementó un programa cuyas directrices apuntaban a guiar a China hacia una “Economía Socialista de Mercado”.
La segunda oleada de inversiones de capital privado se inició en 1999 y estuvo dirigidas a la producción de automotores de carga, construcción, computadoras, telecomunicaciones, cemento y acero. Las fronteras tecnológicas en los países desarrollados se desplazaban aceleradamente, lo que impulsó al Partido Comunista Chino a plantearse nuevos horizontes en el campo de la ciencia y la tecnología, donde los proyectos a encarar se orientaban fundamentalmente al uso de capital intensivo y alta calificación de mano de obra.
Apertura
Las iniciativas de reformas del gobierno aumentaron la vinculación con el mundo, y fueron uno de los pilares centrales en el diseño de las políticas de apertura. Entre las que merece citarse, la creación de las ZEE (Zonas Económicas Especiales) en los 80’, espacios donde para atraer a los inversores extranjeros se les brindaba un trato preferencial, incluso – y especialmente – fueron los lugares elegidos para hacer los ensayos de las reformas que entonces eran incipientes. El éxito en estas ZEE, en términos de crecimiento económico, empleo e ingresos fiscales, facilitó reformas similares orientadas al mercado fuera de ellas.
China recién pudo ingresar a la Organización Mundial del Comercio -OMC- en el año 2001, luego de una paciente labor que se extendió durante 16 años para superar las barreras formales para integrarse plenamente al comercio mundial. Desde ese momento, la radicación de empresas en su territorio cobró un fuerte impulso. Al mismo tiempo, se allanó el camino para encarar inversiones en el exterior.
La radicación de empresas extranjeras desde el inicio y a lo largo de un período relativamente extenso se efectuó bajo la condición de que todo lo producido debía destinarse a la exportación, en tanto los insumos intermedios que importaban ingresaban libre de aranceles. Entre 1993 y 2002, China fue el principal receptor de IED (inversión extranjera directa) entre las economías en vías de desarrollo y la segunda después de EEUU a nivel mundial. Este tipo de acuerdo otorgaba al inversor el control de la empresa.
A medida que las reformas arrojaban resultados positivos, las restricciones al ingreso de capitales extranjeros fueron disminuyendo y, con su arribo masivo, se potenció la inversión productiva. La globalización del comercio mundial posibilitó la conformación de cadenas globales de valor (CGV), en las cuales se integraban insumos intermedios y servicios de distintas procedencias para llegar al producto final. Dichas cadenas se constituían por estándares de calidad y precios.
El gigante asiático se fue integrando, así, paulatinamente y según las fases de su desarrollo, aportando al principio componentes de mano de obra intensiva, por su elevada disponibilidad y el bajo precio. Luego, se incorporó a cadenas globales afines.
En Asia Oriental, en este siglo, se cambia la manera en cómo se manufacturan los productos: los vecinos de China pasaron a abastecerla con piezas y accesorios que se unen en China, donde se confecciona el producto final que principalmente se exporta al mundo. El intercambio comercial con los países vecinos resultaba deficitario para China pero, en cambio, con Europa y Estados Unidos era altamente superavitario.
En 2012, las exportaciones de productos procesados sumaban 860 mil millones de dólares. La suma equivalía al 42% de las exportaciones totales, que ascendían a 2,48 billones de dólares.
Las empresas privadas chinas incrementaron su participación en las exportaciones. Del 5% en 2001 al 30% en 2009. Las extranjeras radicadas en China, bajo el régimen de IED, disminuyeron sistemáticamente su participación desde el tope máximo de 60% en 2005. Las mismas se fueron desplazando hacia el sector servicios, pues se acotaba el acceso a ciertos sectores designados como “estratégicos”.
Desde comienzos del siglo XXI, la política del Gobierno chino fomentó la expansión internacional de las empresas del país con beneficios fiscales y financiamiento público a los proyectos de IED desde China. Esta política fue ratificada y acentuada en el undécimo plan quinquenal (2005-2010), estrategia que convirtió a China en una fuente emergente de capital en el mundo –mientras sigue siendo el destino favorito del capital extranjero-. Puede decirse que China constituye un nuevo actor dentro del juego de las economías más importantes, en tanto ya cuenta con un flujo de capital anual que la ubica en la tercera posición a nivel mundial como origen de los fondos, situándose como segundo inversor mundial y consolidando una tendencia que le permitiría sobrepasar a Estados Unidos de América, en un quinquenio, como primer inversor global.
En las tres últimas décadas, en base a la complementación de las reformas internas y la apertura al mundo, se produjo una transformación sin precedentes. No solo creció el PBI sino la distribución del ingreso, que generó una disminución de los índices de pobreza del 54% al 10% en pocos años y explica que 500 millones de personas salieran de esa condición.
En 2018, quedaban en zonas rurales 70 millones de personas debajo de la línea de pobreza, problema que el PC viene encarando para terminar de solucionarlo en el año 2021. Respecto al crecimiento de su PBI en los últimos 30 años, cabe decir que la serie muestra períodos donde los índices anuales fueron de dos dígitos. En el curso de esta década, el comercio mundial atravesó una etapa signada por fuertes disputas entre países, que se reflejó en una caída pronunciada del crecimiento en la mayoría de ellos. China, con el propósito de contrarrestar el efecto de la guerra comercial, se apoyó en la potencialidad de su mercado interno, con lo cual continuó creciendo por encima del 6% durante los últimos seis años, índices muy por encima de los que alcanzaron los países altamente desarrollados. Esto fue posible merced a las políticas de Estado bajo la dirección del PC, que planifica una correlación armónica entre el crecimiento productivo y la capacidad adquisitiva de la población.
En la actualidad, China está abocada en impulsar “La Nueva Ruta De La Seda “, un proyecto estratégico de trascendencia universal y capaz de darle a la economía global una perspectiva transformadora. Con eso, quizá las migraciones humanas en busca de trabajo y comida cedan el paso a un desarrollo acelerado de las fuerzas productivas en cada rincón del mundo y la equidad distributiva siente las bases para el asentamiento de los seres humanos en la patria que los vio nacer.
*La mayoría de los datos estadísticos fueron extraídos del libro: “Cómo hicieron los chinos”, de Gustavo Girado.