Recurrencias del futuro pasado
El pasado siempre vuelve. O nunca se va. Se inscribe, se tatúa, se incorpora, se asimila o se repite, se vomita, se lleva al hombro en una espiral descendente o en la rutina demencial de un perro que se muerde la cola incesantemente. Lejos de cualquier enfoque idílico de las luchas populares o la nostalgia que arrima una brasa a la mirada épica de la resistencia a la última dictadura, ocurre que 44 años de distancia con el 24 de marzo de 1976 se asemejan a lo que dura una escapada a la verdulería en medio de la cuarentena obligatoria por el Coronavirus.