Sin pecado presidencial
Respuesta a la nota que Fernán Saguier publicó en el diario La Nación, el pasado 25 de julio, bajo el título “El pecado original de Alberto Fernández”.
Respuesta a la nota que Fernán Saguier publicó en el diario La Nación, el pasado 25 de julio, bajo el título “El pecado original de Alberto Fernández”.
La pelea de la plebe por la comida es una declaración de guerra contra la clase dominante.
Un pronunciamiento sobre lo impostergable del debate sobre el libre pensamiento público, el derecho a la metáfora y a la poesía queda acorralado en la calculadora de votos amigos, amordazado por la autocensura de una corrección política forjada a sangre y fuego y hambre y endeudamiento forzoso y saqueo. Siniestra crueldad de una desertificación de la experiencia histórica que produce en serie cinismo, apatía, infantilización.
La palabra guerra está siendo frecuentemente sustituida por un término banal: “disputa”. Todo se disputa. Como en las imágenes que nos impregnan la mente de muchedumbres hambrientas que se lanzan sobre unos mendrugos que se les arrojen. La pretensión de otorgar dignidad sociológica banal a las “disputas” es una sublimación del estado de indigencia que nos embarga.
Una reflexión sobre la naturalización de la desigualdad y su resolución en base a los designios de fuerzas que exceden la voluntad humana.
El que suscribe sólo atina, torpemente, al titubeo de un tipeo que sondea la heroicidad de carne y hueso que Maradona se puso al hombro en todos los equipos que capitaneó o dirigió técnicamente desde el banco.
Relato fotográfico de Revista Kamchatka sobre la toma de tierras en Guernica.
La pregunta por la crítica. La necesidad de sostener una experiencia política urdida con el sacrificio de los que no tienen más chance que lo que se critica.
Más allá de la urgencia sanitaria, es preciso que se encuentre la vacuna contra el neoliberalismo que la humanidad habita asintomáticamente.
Edificante, el concepto de biopolítica—era de esperarse—fue uno de los primeros significantes que surgió para entender la pandemia. En cambio, lo que de verdad nos aterra es pensar que, quedándonos en la casa, el régimen de encierro, las cuarentenas, van a dañar algo en el mundo—y no sabemos bien cómo, ni qué.