El fulgor del Trueno
El nuevo rock and roll y las viejas querellas, otra vez en discusión.
El nuevo rock and roll y las viejas querellas, otra vez en discusión.
Entre la aversión ideológica de los opositores y el encierro a la salida exportadora, el Gobierno ensaya un itinerario audaz sin quebrar el equilibrio interno que ata con alambre la alianza del Frente de Todos.
Probablemente todas las pandemias provocaron cambios no sólo en las conductas sino en las formas de entender el mundo y las relaciones humanas. Las reflexiones sobre el mundo después del COVID19, disparadas por una constelación de intelectuales que desenvainaron sus plumas al estilo far west, muestran en todo caso un cierto optimismo de espíritu que difícilmente se haya visto con enfermedades anteriores. A amplios sectores de la población mundial nos agarra con los cuerpos ya moldeados e intervenidos por las tecnologías digitales y sus relatos. Es una pandemia post futurista, un episodio más de Black Mirror, que podemos consumir y protagonizar al mismo tiempo, una peste sin ratas ni bubones, donde los infectados son líneas de un color y los muertos de otro, curvas animadas en pantallas que no huelen, ni sangran, ni supuran.
El Gobierno instrumenta medidas para que la cuarentena no estrague las condiciones laborales de los trabajadores, pero las autoridades de aplicación y los sindicatos carecen en ocasiones de coraje o robustez para plantarse frente a las empresas. Además, la fragmentación social exige una capilaridad de las estructuras organizadas que no se consigue en ninguna latitud. Como si fuera poco, el Poder Judicial amaga con trabarle al Frente de Todos la iniciativa para aplicarle un impuesto a las grandes fortunas. Resistencias apagadas y el atronador silencio del aislamiento que se acata nada más que por la astuta comprensión popular del descalabro macrista y el derrumbe en curso.
El Presidente, el gato y el cascabel, envueltos en el drama de la historia argentina.
Un informe de la empresa Analogías realizado a partir de una encuesta sobre 2300 casos en todo el país da cuenta de que casi el 80 por ciento de los consultados acuerda con las medidas dispuestas por el Gobierno nacional para enfrentar la pandemia, mientras que el 50,2 por ciento evalúa la figura de Fernández como “muy buena”, el 28 por ciento la tilda de “buena” y el 15,7 por ciento le concede el mote de “regular buena”. La fortaleza de su consideración pública, por lo demás, se nota en el armisticio táctico ensayado por los opositores. La duda que queda es si el robustecimiento de la cuarentena debilita la política.
Las decisiones del Gobierno nacional podrían evitar el contagio exponencial en el país, al tiempo que permitirían sentar las bases para recuperar las chances de reconstruir el Estado con una perspectiva que apunte a la justicia social y el desarrollo sustentable.
Mucho se ha dicho acerca de que el peronismo nació de un terremoto. Y si se piensa a Perón y Evita como símbolo cabal de una Argentina que empezaba a ser distinta, a mirar lo que antes no se veía, a cuidarlo, a valorarlo, sí, ahí empezó la cosa.
La crisis derivada de la pandemia del Coronavirus quemó los papeles de todos. El Gobierno argentino reaccionó casi con inmediatez, a pesar de los titubeos manifiestos –sobre todo- en el plano comunicacional, y asumió que la subordinación de todas las acciones políticas al acuerdo con los acreedores externos carecía de sentido ante la inexorable emergencia sanitaria.
El gobierno nacional opta por un léxico político sereno, a tono con las necesidades cortoplacistas de una coyuntura sin épica económica. Sin embargo, el albertismo no muestra una identidad propia con la que enamorar a tiempos largos. ¿El discurso 2020 es el proyecto? ¿Hay doble comando narrativo en la Casa Rosada? ¿Qué es el albertismo, un subproducto k o un alfonsinismo radicalizado?